escribo el ladrido de un perro en la noche
mientras duerme la palabra plácidamente
y escribo con los dientes algo que no es palabra ni es lenguaje es una estructura
mecida por el filo del accionar nocturno:
el perro esquiva la noche como un campeón y reproduce
su ladrido en el ladrido de todos los perros que lo escuchan en el barrio y también ladran;
la reproducción es una parte lógica de la existencia
por eso el vaso que a cada rato estoy a punto de tumbar con el codo
está destinado a reproducir albahacas
y, como finalidad subsidiaria surgida de la casualidad,
también está destinado a perfumar el espacio mientras escucho ladrar perros por la noche.
cada nacimiento es una compañía inexcusable
por eso escribo, hago un boceto, me figuro la llegada silenciosa y acogida por la extensión
al mundo de una criatura: aquí nace al minuto una necesidad
y entiendo que a medida que el perro comience a callar
me llamará una porción oscurecida de ciudad a decir lo propio para caer parada en la encrucijada
viste, qué mierda será lo propio. por eso debería hacer un pedido, bajar la persiana a este día
y darlo por terminado, ya es demasiado. más que un pedido, un rezo, algo cristiano;
por calle santa fe se amucha tanta gente en la parada de los bondis que te convertís
en un señuelo del contagio, camina una viejita que se tapa la nariz con tres dedos, los árboles
dejan caer sus hojas en el primer balcón de un edificio que está siempre amanecido, que envejeció
la calle entera con su lineal venida abajo. dejen caer también sus hojas en mi frente
que se posen y queden detenidas al tocarme, me bauticen, hagan de cuenta que nunca
me bautizaron con mi madre a la espera de que tuviera esa opción al alcance de la mano si algún día
tenía la urgencia de creer en Dios, como en este momento solitario
gracia divina que me haga hueco en la cabeza de vuelta un bebé de vuelta un arco de posibilidades
y el chichón prematuro de la conciencia del entorno, que me aborrezca por ser artífice de una nueva forma
de iniciar la construcción sensorial del personaje — una, arremolinada —
desconocer las cosas una segunda vez para sentirlas en la frente con los ojos cerrados, está Dios ahí, adquirís
un pedazo guaso de armonía para distribuir en la escena siguiente, si supieras
cómo distribuirla. así así así como un bebé que nace en la noche cuando el sonido del ladrido de un perro
se vuelve refugio de una manzana completa que acaba de apagar la tele. deme la serenidad y olvide
que los ojos cerrados de un bebé
son los ojos abiertos del tiempo